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El Apagón en el Teatro Rodante Puertorriqueño

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UN NUEVO ACERCAMIENTO AL MUSICAL

 

Jorge Merced y Flaco Navaja en El Apagón.

Jorge Merced y Flaco Navaja en El Apagón.

 

Por Nilda M. Tapia
IMPACTO LATIN NEWS

 

La aplaudida fusión del Teatro Rodante Puertorriqueño creado por la emblemática Miriam Colón y el Teatro Pregones de Rosalba Rolón, está dando magníficos frutos, ya que su última muestra, una readaptación de la obra El Apagón de José Luis González,  está llenando el Teatro Rodante de la Calle 47 con entusiastas audiencias que no dejan de aplaudir esta nueva versión.

Con ritmo escénico nuevo y vaudevillesco, música en vivo por excelentes intérpretes, el cast completamente masculino de la pieza del folklore neorriqueño nos suena a gloria; porque lo que se oye allí es pura melodía, un Spanglish que no molesta y como quiera se cuela como parte de la parodia y dos actuaciones que se sacan chispas.

El tema es la vida boricua en la Gran Manzana, a pesar del gentío, las inesperadas catástrofes de la gran ciudad, y el apego a la vida solariega que tiene todo inmigrante que viene a vivir por necesidad en el aglutinamiento humano que ofrece Nueva York.

La cultura laboral de la ciudad y su consabida velocidad son las dos vallas que todo inmigrante proveniente de lugares rurales tiene que afrontar como un titán para amoldarse a las costumbres neoyorquinas.

Y allí nace la farsa, que en este caso es puertorriqueñísima en un momento en que los nuevos puertorriqueños ya no viven en Nueva York.

No me extrañaría que fueran los dos apagones que sufriera esta ciudad los que ahuyentaron a esta comunidad tan acogedora a guarecerse en la ruralidad.

Pero pasemos al apagón en escena.

La introducción al tema es una muestra de la gran jocosidad con que el boricua se las amañó en adaptarse a lo inusitado de la gran ciudad.

Y lo hizo con un humor tremendamente isleño.

Lo muestra el rico anecdotario que se cuela, poblado de dimes y diretes que han traspasado las barreras del olvido.

El boricua se fue adaptando a la ciudad, pero primero le introdujo lo suyo, y si ésta no lo quería recibir, se lo endulzaba con ese gran humor boricua que todos los hispano hablantes festejamos más que a Chaplin.

Lo que nos atrae a Nueva York desde que llegamos es ese humor con que nos reciben los boricuas.

En las cafeterías, en los bares, en los trenes, en las calles dándonos consejos para pasarla mejor.

Si no fuera así ya estaríamos todos los no boricuas también en la ruralidad, o de vuelta en casa.

Lo interesante de esta puesta es la forma en que fueron montados estos dos personajes de trabajadores; el hombre normal casado y el menos dotado que se le acodera para poder funcionar en la sociedad productiva de la gran ciudad.

Los dos actores, Jorge Merced, uno de nuestros pedestales del teatro en español (TeE) y el Flaco Navaja, una reproducción del emblemático Ronaldinho, sin faltarle a este Flaco toda esa luz que irradia en el campo de juego el as brasileño del soccer.

Todo se combina para hacer de este espectáculo un excelente ejemplo del buen teatro que se nutre del teatro de revistas o “vaudeville” junto con ese gracejo que irradia la escenificación de momentos brutales que pasa el hombre en la vida y que el teatro lo hace carne con marcada comicidad.

Ambos actores se intercambian los papeles; cada uno hace de minusválido o de normal.

¡Uy! ¡Que complicado dirán ustedes! Pero fíjense que no.

Jorge Merced te la muestra tan sencilla que parece que no estuviera actuando; especialmente cuando le copia a la revista aquello de dirigirse de vez en cuando al público.

Y la forma de moverse en escena es tan graciosa que ya me estoy apartando otro momento para volver a ver El Apagón solamente para deleitarme viendo a dos boricuas moverse en todo momento… son únicos.

Pero para “sonear” teatralmente en escena con un grande como Jorge Merced había que buscar a un Flaco descomunal como lo es El Navaja.

Con un parecido abismal a Ronaldinho, este Flaco es un fuera de serie.

Cada vez que Merced se nos va de la escena pues ahí viene la carga actoral del Flaco, con su altura descomunal que no deja de usarla en ningún momento.

Irradia tanta luz escénica que hasta de espaldas no deja de expresarse esta máquina comunicativa.

Y cuando canta, bueno cuando canta, acompañado de Jorge Castro que hace hablar la flauta, Desmar Guevara que además de sus improvisaciones en el piano, se comunica muy bien con los dos actores, y en la constante percusión de Gabriel Lugo que no deja de sonar durante toda la obra como presencia constante de lo boricua, más otra gran parte de la percusión que es el bajo de Benjamin Willis, todos ellos llevan la musicalidad a terrenos orquestales.

Y todo El Apagón se hace arte y el acabado es de primera magnitud.

Hay un momento álgido en esta obra en que los actores se unen con la expresión corporal al grupo musical; una verdadera creación escénica que ya merece Mención Honoraria.

Si la dirección artística de esta nueva administración del Teatro Rodante Puertorriqueño sabe manejar este momento brillante de El Rodante, deben escribirles más duetos a estos dos soneros de la actuación y hacer una especie de presentaciones semanales en este teatro.

Sería un tiro poder acostumbrar a toda una audiencia a que vengan al Rodante por lo menos una vez al mes, a ver el “Soneo” teatral de Merced-Navaja.

No les pido más.

Y ahora que han logrado una ganadora como El Apagón, a  juntarlos a estos dos grandes de la actuación en obras como yendo a ver pelota, enterrando a un compañero de tragos, tratando de adaptarse a las novedades del mercado como cuando cada día nos exigen que seamos más verdes.

¡Ah! Y no nos olvidemos de la política, y el “gayismo”.

Hay tanto tema y así el Rodante puede recrear un teatro de revista hispano que hace tanta falta en Nueva York.

Ese teatro que recrea lo cotidiano y le endulza la vida a cualquiera. La costumbre atrae audiencias. Y por qué no, atraer a los puertorriqueños y a los hispano hablantes que se los llevó la confortable ruralidad.

Y con todo esto, dirigió este golazo Rosalba Rolón.

¿No les dije en el comienzo que el Rodante Puertorriqueño había caído en buenas manos?

 

 


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